
Para dar fé de mi carácter fluctuante del que hablaba el otro día voy a escribir una desesperanzadora descripción de mi estado. Me he pasado la noche practicamente en vela por un dolor de vesícula, que de forma inesperada esta vez no ha venido solo. Ha venido acompañado de un dolor de cabeza incipiente y persistente, que me ha hecho saltar de la cama a las 4.45 de la madrugada en busca de algún instrumento cortante para deshacerme de eso mismo, de la cabeza. Por suerte o por desgracia mi dolor de vesícula ha desaparecido casi por completo, pero, en este martes odioso de vuelta de vacaciones, el dolor de cabeza se ha venido conmigo a Castellón y creo que no tiene intención de dejarme en todo el día. Así que aquí estoy, medio dormida, porque para no complicar más la situación no me he tomado mi café de la mañana, con dolor de cabeza a modo de losa lapidaria, y con un aburrimiento conspicuo que va a acabar conmigo. Y además tengo unas agujetas mortales en la espalda y los brazos porque ayer, lunes de pascua, no se me ocurrió otra cosa que jugar a las paletas, sabiendo que hace demasiado tiempo que no hago nada de gimnasia. Siempre queda el consuelo de pensar que cuando estás mala del estómago (o de la cabeza, o de las dos cosas juntas) vas a adelgazar, aunque ni siquiera ahora tengo esa esperanza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario