
La verdad es que el café estaba riquísimo en este rinconcito de Nothin Hill, y mientras caía la lluvia fuera pensaba que ójala aquellos que tengan dinero y un poquito de corazón se animen a promover iniciativas como esta en España.
A María Amparo le gustó el capuccino descafeinado, por cierto... (y Londres también)

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